jueves, 24 de mayo de 2012

Abrir los ojos


 Mitos, cuentos y leyendas de todas las culturas nos hablan de cosas que es mejor no ver, de las que es mejor no hablar, de las que es mejor no saber. Sobre ese trasfondo oculto  se apoyan los usos, las costumbres, el orden social en que se enmarca nuestra vida diaria.
El malestar es el resultado de vivir en sociedad, de vivir con otros, con sus historias, creencias, necesidades y deseos.
El encuentro con el otro nos marca la existencia de un límite, nos exige algunas renuncias; y éstas, aun las consensuadas, siempre implican algún malestar.
El malestar, entonces, es el costo psíquico de la convivencia en la cultura; hace a la existencia de lo humano.
 Lo cotidiano, lo conocido, constituye lo obvio; lo que siempre fue y será así. Cuando algo se hace obvio, termina siendo natural y lo natural se transforma en invisible.
 Para poder saber acerca de los factores que nos determinan, hacer visible lo invisible, es necesario cuestionar, repensar lo cotidiano, quizás cambiar las preguntas. Pasar de preguntarnos ¿qué tiene que ver esto conmigo? a  ¿qué tengo que ver con esto? ¿en esto tengo alguna responsabilidad?
 Como sociedad, como individuo tenemos una historia; en ellas hay cosas que preferimos no ver, que querríamos no saber: porque son demasiado dolorosas, porque nos avergüenzan, porque nos enfrentan a difíciles contradicciones o a pesadas decisiones. Uno de los mecanismos que más utilizamos ante ellas es la negación. No les hacemos lugar, las hacemos a un lado.
 Los mitos y leyendas entre otras cosas, dan cuenta de lecciones sabidas, aprendidas, incorporadas.
Prometeo fue castigado por los otros dioses a que un buitre le comiera el hígado por toda la eternidad por haber dado a los hombres el fuego del Olimpo que los sacó de la oscuridad. El pecado original por el cual Yahveh expulsó a Adán y Eva del paraíso, consistió en comer el fruto del árbol prohibido, que no era otro que el árbol de la ciencia del bien y del mal.
 Estos dos, y otros tantos mitos nos tranmiten lo mismo: ver, saber, no es sin consecuencias, no es fácil, nos expulsa del paraíso; pero no querer ver o no querer saber de lo que ya hemos visto, no deja de tener también un costo.
 No querer ver implica un esfuerzo, repetido hasta el infinito, por mantener en la oscuridad lo que empuja continuamente por salir a la luz.
 No es posible volver al paraíso una vez que hemos salido de él, simplemente porque ya no existe. Una vez que vimos, sabemos que la paz absoluta, la total armonía no existen, tampoco en él. Después de todo, allí estaba la serpiente que nos incitó a buscar un saber. Y es este mismo saber el que articulará recursos para enfrentar la realidad y producir transformaciones.

Texto extraido del taller " Cegándose" del Encuentro sobre Síndrome de Agotamiento Femenino desarrollado en la ciudad de Rosario durante el año 2005 y 2006

 

Para 3 PSICÓLOGAS X MÁS escribió Mariela Apud.
                  Colaboraron M. Alejandra Luvatti y Gabriela Bianchi

viernes, 11 de mayo de 2012

Nudos en la trama

Algunas frases que escuchamos, que decimos referidas al cuerpo, remiten a otra cosa “un ojo de la cara”, “metió la mano en la lata”, “empezó con el pie izquierdo”, “le das la mano y te agarra el codo”, “llegó rengueando”, “lo pateó para adelante”, “ojos que no ven, corazón que no siente”… Estas y muchas otras aluden a afectos, esfuerzos, abusos.
Si el tema es la trama, estamos en ella, entrecruce de hilos entre lo físico, lo social y lo psíquico, esta red nos atrapa, nos sostiene, prohíbe y habilita distintas formas de relacionarnos y vincularnos con los otros, pero también con nosotros, instituye una particular manera de comportarnos, de reconocernos, de reaccionar, de vivir y de enfermar.

Una palabra al oído desata una sinfonía de sentimientos, una descarga hormonal de respuesta y podría modificar la forma de sentir el mundo que nos rodea.
Un anuncio económico o político, tan esperado o temido acelera el ritmo cardíaco, revuelve el estómago, altera nuestro humor.

Cuando un  organismo no reacciona como debe hacerlo, se puede pensar que “se descompuso”, ya no funciona como antes, dando a entender que el cuerpo es una máquina y como tal puede “fallar”; pero preferimos realizar otra lectura. Plantear que cuando un sujeto deja de oirse en sus sentimientos, en lo que una situación le provoca, cuando hace “oídos sordos”, le da visa al cuerpo para que hable, y el cuerpo lo hace también forjando síntomas.
Éstos son sentidos como una molestia, como algo que no podemos explicar, como algo ajeno a nosotros, habrá que empezar a escucharnos en lo que nos pasa, hacer lugar a lo que sentimos, pensamos, nos angustia, pensar en lo que nos hace avanzar y en lo que nos detiene. Y a lo mejor, buscar otra voz y permitirnos un espacio de encuentro para interrogarnos sobre nuestro lazo en la trama.

Para 3 PSICÓLOGAS X MÁS escribió Gabriela Bianchi
colaboraron Mariela Apud y M.Alejandra Luvatti


viernes, 4 de mayo de 2012

Un hilo cambia la trama


Existe una vieja maldición china que dice "Ojalá te toque vivir en tiempos interesantes". La filosofía oriental, amante del equilibrio, nos invita a pensar que tiempos interesantes son aquellos que nos enfrentan con continuos desafíos.
Si de una maldición se trata, podríamos aceptarlo: estamos malditos; y estos tiempos nos obligan a  repensar continuamente nuestra práctica , a interrogar las teorías en las que nos hemos formado.
La enfermedad, el sufrimiento psíquico, van modificando las formas de manifestarse en los diferentes tiempos históricos y esto es así porque nuestra subjetividad se estructura en relación al modo en que la sociedad en que nacemos define el modelo de sujeto posible a integrarse en ella.
Los finales del siglo XX y el comienzo del XXI se caracterizan por cambios aceleradísimos que cuestionan los modelos vigentes en la modernidad sólida. Estos cambios sociales se reflejan indefectiblemente en los modos de producción de subjetividad; y nuevos sujetos manifiestan de nuevos modos el sufrimiento.
Pero hay cosas que permanecen invariables. Freud definía la salud como la capacidad de amar y producir. Amor y trabajo siguen siendo los lugares por los que (y en donde) sufrimos; sólo han cambiados las formas.
Nos gusta pensar que la sociedad y el tiempo histórico que nos han tocado aportan el telar y la urdimbre del tejido en los que cada uno de nosotros, sujetos y actores, podemos introducir los hilos capaces de tejer nuevas texturas y modificar esta trama.
Como profesionales comprometidas con nuestro tiempo, esta será nuestra apuesta. Abordaremos en este espacio una diversidad de temas y problemáticas que nos desafían en la clínica: problemática de género, violencia, cuerpo, proyectos personales, vocacionales, laborales, derechos humanos, entre otros...
Lo que sigue serán puntuaciones, interrogantes, nudos... hilos en la red.